Desde hoy y hasta el domingo, en La Manzana de las Luces se llevará a cabo el primer Foro Social de Revistas Culturales Independientes y Autogestivas, mientras ese heterogéneo sector atraviesa un momento difícil por decisiones del aparato de distribución.
Publicado en Página/12, el 11 de octubre de 2012.
Por Facundo Gari
El concepto de “minoría” es discutible: a veces es sólo cuestión de gestión de distancia y de visibilización. En reducir la primera y ampliar la segunda, las revistas culturales independientes cumplen uno de sus roles fundamentales. “Los sectores dominantes quieren evitar el contacto entre gente que piensa igual y está dispersa. Esas personas pueden creer que están solas, que son pocas. Cuando sale una revista en base a una presunta minoría, eso se empieza a visibilizar”, explica Ale Sierra, editor de THC. Cierta “nobleza” de esos emprendimientos los hace “portadores de futuro”, según distingue Sergio Ciancaglini, editor del periódico Mu. Esos “medios preocupados por decir lo que les apasiona, lo que les desespera, lo que los mata” conforman 263 experiencias –reunidas en la Asociación de Revistas Culturales Independientes de Argentina– que desde hoy y hasta el domingo realizarán en La Manzana de las Luces (Perú 272) el primer Foro Social de Revistas Culturales Independientes y Autogestivas, un nutrido abanico de debates, talleres, proyecciones y espectáculos para editores, lectores y curiosos.
El encuentro, que arrancará a las 18 con una performance multidisciplinaria, será además una oportunidad clave para sacar de la sombra sobre todo dos cuestiones relacionadas no sólo con la supervivencia de estas heterogéneas publicaciones que han sido históricamente cruciales, sino con el derecho a la información de cualquier ciudadano de a pie. Por un lado, la existencia de un proyecto de ley de fomento para un sector que no goza de las ventajas impositivas, comerciales ni administrativas que tienen las grandes empresas de medios gráficos; borrador que presentaría formalmente hoy en el Congreso el diputado nacional y titular del Sindicato de Vendedores de Diarios y Revistas, Omar Plaini, con quien Página/12 intentó sin éxito contactarse. Por otro, sus reclamos en cuanto a distribución (revelan que el Grupo Clarín está comprando, en un “proceso nada transparente”, recorridos de puntos de venta, monopolizando el negocio en desmedro de pluralidad) y devolución (denuncian que la sociedad anónima Rediaf aplica “multas” con retroactividad a diciembre por unidades no vendidas) de tiradas que, ante la falta de sostén y estímulo, se renuevan a cuenta de sus lectores.
Son reclamos sobre las formas del aparato corporativo de comercialización pero fundamentalmente sobre sus implicancias: “Hablamos de libertad, entendida como la posibilidad de que la sociedad cuente con un sistema de comunicación que refleje su heterogeneidad y no como el privilegio de cinco empresas”, razona Ciancaglini. Como ésta, buena parte de las reflexiones de los editores son ecos de las debatidas y plasmadas en la ley de medios audiovisuales, de la que la del sector gráfico sería “su otra pata”, coinciden. “Si algo queda claro, sobre todo en los últimos años, es la idea de la comunicación como un derecho humano que tiene que estar asegurado para todos, no coartado por grandes monopolios ni gobiernos”, asiente Nahuel Lag, periodista de NaN.
Ingrid Beck, directora de la revista Barcelona, aclara los tantos sobre las “sanciones” de esa empresa a la que van a parar los diarios y las revistas que no se venden en los quioscos: puntualiza que Rediaf no las llama “multas” sino “optimizaciones”. “Es una complicadísima ecuación que concluye en que las revistas (independientes o no) que superen un porcentaje de devolución deberán pagar por unidad circulada y no vendida. Es así desde principios de año, cuando algunos editores empezaron a recibir facturas con montos inexplicables, sin previo aviso y resueltas de manera unilateral.” Este diario se comunicó telefónicamente con la empresa de Barracas para consultar sobre las “multas”; sin embargo, sólo consiguió dos efímeros “hola” con la gerencia de Recursos Humanos, desde la que pusieron en duda la identidad del cronista antes de colgar sin decir “chau”.
Juntamente con esas “facturas ilegales e impagables”, los editores temen un aumento en el costo de venta por ejemplar. “Los canillitas piden dos pesos por unidad. Sobre eso, algunos representantes agregan un cargo más a las publicaciones que no pertenecen a la Asociación Argentina de Editores de Revistas”, explica Beck. La AAER, tal su sigla, es presidida actualmente por Osvaldo Daniel Ripoll (Magendra) y sus vicepresidentes son Alberto Fontevecchia (Perfil) y Santiago Mendive (Atlántida), además de contar entre sus autoridades con miembros de otras grandes editoriales, como Publiexpress, Televisa y Agea (Grupo Clarín), firmas que sumadas publican más de 60 revistas. “Es un espacio concentrado”, redondea Lag.
“El reclamo de los canillitas es justo, pero no podemos afrontar un aumento del que no nos toca nada”, retoma Beck. Tan cierto es que las revistas independientes acompañan su reclamo, que a comienzos del mes pasado Barcelona, Mu y La Garganta Poderosa participaron de una asamblea en el marco de un piquete que paradójicamente afectaba la salida de sus publicaciones. Al respecto, cuenta Ciancaglini: “Nos sumamos para ratificar que los canillitas son trabajadores perjudicados por un mecanismo de concentración comercial y distributiva que les muerde sus ya exiguos ingresos. Las revistas también sufrimos ese problema, por eso nos pareció que estaba bien encontrar juntos soluciones”. En ese marco fue que Plaini tomó la idea del proyecto de ley de fomento, de la que los editores independientes aguardan tratamiento legislativo. “El Ministerio de Trabajo y la Secretaría de Cultura tratan de darnos soluciones y apoyar nuestro reclamo”, concede Beck. Sierra precisa que el proyecto de ley no pretende regular la distribución ni la venta: se trataría de una normativa sólo gráfica. “La solución a ese problema sería una regulación seria por parte del Estado que no permita que los monopolios impongan las reglas perjudicando a los demás”, descifra. La periodista de Barcelona le suma que las revistas independientes contemplan que “con los recursos de la ley se pueda armar un circuito propio”.
Sobre la compra de recorridos, a mediados de agosto, en el marco de los pedidos de la devolución del 40 por ciento del precio de venta de los diarios para los canillitas, Plaini denunció que el Grupo Clarín “controla a través de testaferros el 30 por ciento de los puntos de venta”. Las versiones “vox populi” que recogen las revistas independientes son que seguiría acrecentando sus activos en el circuito comercial. “Hay quioscos y recorridos siendo vendidos y rumores internos de que Clarín está atrás, no por el negocio sino por una dinámica corporativa dentro de la lógica empresaria universal”, analiza Ciancaglini, que amplía que esa concentración “hace que los quioscos se conviertan en góndolas para pocos productos” y que los medios autogestivos corran peligro letal. Sierra aporta que éstos se distinguen de los tradicionales desde sus matrices: unos buscan transmitir diversidad, otros acumular dinero y/o poder. En rigor, no es lo único que los separa: destacan la horizontalidad y el contacto humano en la gestión, la proximidad para con sus fuentes y lectores, y una búsqueda estética, política y moral guiada por la creatividad (“¡El poder a la imaginación!” es el slogan del foro), se trate de páginas dedicadas al arte, el deporte, las historietas, la homosexualidad, la marihuana o la mismísima comunicación.