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Es la generación del siglo 21.

La que aprendió a vivir en crisis.

A ilusionarse con otras políticas. A desilusionarse.

La que vio cómo puede hacerse justicia. Pero aprendió también a ver hasta dónde puede haber descomposición e incertidumbre. No solo en el fútbol, precisamente.

Una generación que tuvo que aprender a cargar con fantasmas pasados, y sobre todo con fantasmas presentes. La que sintió un estigma: que los comentadores de la nada la llamaran “fracasada”. La que en defensa propia tiene que aprender cada día a unir el talento con el compañerismo, con el trabajo, con los proyectos.  

Foto. Lucas Pedulla. (Foto de portada: Claudia Acuña)

La generación en la que las mujeres dejan de ser el objeto de las miserias machistas y copan las calles, las ideas, la cultura, el futuro.  

La que empieza a entender y desembarazarse de otras miserias: las del racismo, el fascismo, el individualismo, la indiferencia, que tantas veces reinan en la tribuna.  

Es la generación que no podía festejar, como si le tocara el rol de ser espectadora de historias anteriores, y acaso ajenas.

La que logró reconstruir la imagen de un genio zurdo del siglo pasado uniéndola con un genio zurdo del siglo presente, mientras los viejos de mausoleo se empeñaban en contraponerlos.

La que dice que hay que aprender a disfrutar con el esfuerzo de lo que se hace cada día.

Y al decirlo, se conmueve hasta las lágrimas como descubriendo en esas lágrimas la potencia del propio valor, más allá de los resultados y los estigmas. O mejor: entendiendo que el esfuerzo es un resultado y un valor en sí mismo, que el camino se hace al andar, al crear, al soñar.

Foto Cata Distéfano

La que entendió que lo que puede salvarnos es la colaboración y la cooperación para los partidos más difíciles, y que salió de las internas y las competiciones de egos que arruinaron tantos trayectos deportivos y de los otros.

Es la generación que logró entender el significado de la alegría. No como chistes en redes, ni como psicopatías mediáticas, ni como imbecilidades publicitarias.

Foto Cata Distéfano

La alegría como una potencia de las personas y los grupos humanos para trabajar juntas, ser mejores y relacionarse de modos cada vez menos enfermos.  

Es la generación que, frente a las descomposiciones y podredumbres, frente a la destrucción de la vida, frente a la clausura de los horizontes, parece estar tratando de compostar broncas, incertidumbres y tristezas, para fertilizar nuevas formas de hacer las cosas.

Y nuevas formas de ser.

Argentina, 2022.

Bienvenida y gracias por esta fiesta, generación Messi.

Foto Cata Distéfano
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