El director nacional de Industrias Culturales, Rodolfo Hamawi, reitera el chiste, pero no se lo cree: “A pesar de que cada vez que vamos al teatro con mi mujer y vemos la sala llena le digo ‘¿pavada de gestión, eh?’, si uno supusiera que esto que pasa con la cultura es la gestión nuestra estaríamos locos”. Ahora bien, ¿qué es “esto que pasa con la cultura”? Bastante simple, aunque bastante raro en el área, y los datos no dejan dudas: los Programas Culturales son el rubro con mayor crecimiento de la inversión total en Cultura (pasando del 5% al 19%; el monto ejecutado en el último año fue de casi tres mil millones de pesos, es decir el 0,52% del presupuesto ejecutado total; en su totalidad, el monto destinado per cápita a cultura llega a los 124 pesos. La cuestión, entonces, es por qué pasa esto que pasa. Y Hamawi lo enumera: “1) El potencial cultural que siempre tuvo y sigue teniendo la Argentina, incluso en los peores momentos. Allí está Teatro Abierto como un modelo claro de esta resistencia. Las publicaciones gráficas que hubo en los ’90, el cine y el teatro independientes. En la peor crisis de 2001, cuando el país se caía a pedazos, seguía habiendo producción cultural. Tiene que ver con una capacidad creativa y además con un sentido de apropiación que de algún lugar viene, de alguna combinación cultural. Me cuesta hablar de una naturaleza argentina, pero hay algo ahí que hace que el argentino sea un tipo generador y consumidor de cultura. 2) A esa potencia hay que sumarle un mercado interno desarrollado, una recuperación del poder adquisitivo y un proceso de franca participación estatal en compra de libros, en producción de espectáculos musicales, en financiamiento de películas, en los desarrollos tecnológicos, en algunos sectores hoy la producción cultural se ha facilitado mucho”.

hamawi

–Empecemos, por ejemplo, con esos logros que menciona en la industria editorial…

–En ese sector es clarísimo cómo se ha facilitado todo desde la pre impresión hasta la posibilidad de producción de libros de baja demanda: hacer 5, 10 o 10.000 libros. Y el sector audiovisual también, desde filmaciones que se hacen con cámara de fotos bastante sofisticadas, o pequeños estudios de grabación que se hacen a partir de una computadora y un programa más o menos sofisticado, eso también ayuda. Ahora, el punto fuerte de novedad que es la recuperación del poder adquisitivo, permitió que la Argentina, en estos 10 años, tenga línea ascendente. En el sector editorial hubo 26.000 nuevos títulos, un récord histórico absoluto.

–Cuando se refiere a esos 26.000 nuevos títulos, ¿habla de los de las editoriales que imprimen en la Argentina?

–Sí. El dato lo da el ISBN, que vendría a ser el número de identidad de cada libro. En el año pasado hubo 26.000 nuevos ISBN. Hay que tener en cuenta que en 2002 se registraron 7.300. Es cierto, no todo llega a un mercado comercial, pero la gran mayoría sí: es una edición que se escribe, se imprime y se distribuye en el país. En cine, el año pasado hubo 145 películas; en teatro, más de un millón de espectadores; en televisión, la Argentina retomó la producción del vivo y la venta de productos al exterior, somos el quinto productor de contenidos televisivos en el mundo.

–Todo eso tiene que ver con el rol del Estado en las políticas culturales…

–Por supuesto. Esa inversión, el año pasado, fue de 3.000 millones de pesos. Fue la cifra, obviamente, más alta de la década, teniendo en cuenta que en 2001 fue de 200 millones. Pero lo importante es que la relación con el presupuesto general de la Nación fue de 0,52%, mientras que en 2002, por ejemplo, era el 0,38%. En la inversión general del Estado, hoy cultura está con 0,14% por arriba. Esto es mucha plata, porque además se divide entre inversión pública de los organismos centralizados, como la secretaría de cultura, y organismos descentralizados, como la Biblioteca Nacional, el Instituto de Cine, el Instituto Nacional de Teatro, el Teatro Cervantes, y también lo que es el aporte de las provincias. Todo viene en suba, digamos. También están en suba los programas de organismos no específicamente culturales, por ejemplo el Ministerio de Planificación, con la construcción de obras en todo el país de centros culturales, de museos, de bibliotecas. Hay un fenómeno de doble vía: por un lado, el sector de la industria cultural crece año a año. El crecimiento interanual 2012-2013 fue el 1,9%, o sea que estamos en el 3,8 del PBI. Esto hay que decirlo: triplicamos la minería, y en términos de empleo hoy el sector ocupa 469.000 puestos de trabajo, esto es, el 2,9% del empleo total, mientras que en 2003 ocupábamos 250.000 personas, el 1,9% del empleo total. Todo esto sería muy difícil de alcanzar si no hubiera una conjunción de un Estado muy activo nacional, provincial, en algunos casos municipales, con el desarrollo del sector privado. No habría ni la mitad, ni el 10% de las películas argentinas si no estuviera el Incaa. Las compras del Ministerio de Educación, de la Conabip, hoy son una marca fuerte en el volumen total de ventas del sector editorial.

–¿Y en el mercado de la música o el del teatro? 

–El presupuesto del Instituto Nacional de Teatro está rondando los ’90 millones de pesos. El dinero va a elencos, a obras, a giras. Eso va a cuidar a la producción, evidentemente. Mucho del teatro de las provincias y de la Ciudad de Buenos Aires se sostiene con el apoyo del Instituto. Pero hay que ser claro en esto: el apoyo no cubre todo el costo de producción, porque lo que se debe tener siempre es la posibilidad de impacto con el público. La experiencia más clave y dramática de no tener en cuenta eso es la española. España cubría prácticamente la totalidad de la producción teatral. Entonces, una obra se estrenaba, entraba el dinero sin importar si había o no gente, y a los seis meses bajaba de cartel para estrenar otra. Cuando se acabó el café con leche, como dicen los españoles, y no había ningún pacto con el público, se entró en crisis. El Instituto de Teatro, en ese sentido, tiene una política muy inteligente que es subsidiar o financiar parte de esa producción. En el tema de la música, la reciente creación del Instituto Nacional de la Música va en esa dirección: una presencia de combinación pública y privada para impulsar el sector. Ahí ya existe un recurso, que es el porcentaje que va desde el Afsca de las licencias que cobra y es algo que se pudo incluir cuando se discutió la ley de servicios audiovisuales. Seguramente habrá otros recursos, pero teniendo en cuenta la combinación de políticas públicas y privadas para lograr una continuidad en el tiempo.

–¿Cómo entran los medios periodísticos en el universo de las industrias culturales? 

–Nosotros, cuando medimos y evaluamos, lo hacemos por medio de diarios, revistas. Trabajamos mucho con las revistas independientes. Fuimos activos promotores de la conformación de AReCIA, la Asociación de Revistas Culturales Independientes de la Argentina, que hoy nuclea más de 250 publicaciones; los acompañamos en la pelea que están dando para sancionar una ley de protección de las revistas culturales que tenga que ver, entre otras cosas, con garantizarle una distribución justa, ya que en la actualidad la distribución también está monopolizada por los grandes medios, que imponen tasas y gravámenes a las pequeñas publicaciones para que desaparezcan.

–Es decir que, así como existe una ley de servicios audiovisuales, sería imprescindible tener una ley de medios gráficos… 

–La ley de AReCIA va en ese sentido, con una política muy firme en esa idea: la concentración audiovisual es la misma que en los medios gráficos. Hay mucha fuerza para nuclearse en buena parte de las revistas culturales, que son las que hoy hacen la diferencia. Cada revista cultural significa un colectivo en general que trabaja con intereses comunes como en el cine, la literatura, el teatro, la arquitectura. Son, generalmente, proyectos comunitarios, y es el gran semillero. Siempre fue donde se gestaron las novedades, y me parece que por eso trabajamos mucho con ellos, hemos desarrollado algunos premios a nuevas ediciones, hemos trabajado con ellos en subsidiar parte de los procesos de distribución. Por ejemplo, ellos tienen y los hemos ayudado con dos kioscos de diarios, uno en la Ciudad de Buenos Aires, en el Abasto, y otro en el Chaco, como una forma de contrarrestar la dificultad que tienen de exhibirse. Y el sector de la música está en un cambio fenomenal: lo digital le pasó por encima; lograron recomponerse a partir de una combinación con la música en vivo. Hoy en día facturan prácticamente lo mismo, unos mil doscientos millones de pesos, tanto de venta de discos como de actuaciones en vivo. Lo que estamos trabajando allí, con el sector, es una plataforma digital, que permita ligar a los pequeños y medianos proyectos (músicos, discográficas, managers, dueños de boliches), de manera tal que podamos armar una red comercial hasta ahora inexistente. Nos dimos cuenta de esta falta de articulación provincial y regional recorriendo el país durante los Premica.

–¿Por qué ocurre eso, por falta de políticas provinciales de desarrollo cultural o por falta de unan política nacional unificadora?

–Es difícil poner responsabilidades, pero son compartidas. Muchas veces el músico no toma la decisión de encarar profesionalmente su desarrollo. Esta es una cuestión que nos lleva a un punto límite: ¿qué es el músico, es el empleado de una discográfica, es un trabajador autónomo? Allí hay todo un tema, cada vez más hay una combinación en donde el músico es su propio empresario. Y existe la dificultad de ese mecanismo en donde si no es contratado por la administración provincial o municipal prácticamente no existe. Las administraciones provinciales y municipales hacen lo mejor que pueden: tratan de darle visibilidad. Pero ése es otro de los temas que hay que discutir: hay una exigencia de masividad en las actividades que se hacen, y sabemos que hay cinco o seis grandes músicos que garantizan esa masividad. En algunos lugares hay músicos locales que acompañan, pero en otros no, y ahí estamos siendo esclavos de una lógica del espectáculo masivo.

–Olvidando que es masivo aquel que no necesita esa garantía de masividad porque ya la obtuvo.

–Claro, eso hay que discutirlo, porque si no, los contratados siempre van a ser los mismos. Hay varios mecanismos: o nos resignamos a lo masivo pero poniendo una buena pelea de semifondo o empezamos a repactar lo que significa lo artístico en una idea de desarrollo de contenidos, de desarrollo de raíces en cada una de las localidades.

–Una pregunta sería saber cuál es el equilibrio, si existe, entre importación y exportación, pero parecería más urgente plantearse si el desequilibrio no está en el mercado interno…

–Absolutamente. Hoy hemos logrado más o menos un equilibrio que en muchos años no había, años de balanza deficitaria. Algunos acuerdos de exportación e importación con el sector editorial fueron un éxito. Eso, entre otras cosas, trajo como consecuencia que el sector de las gráficas argentinas pasaran del 32% al 82% de la participación en la impresión de libros, esto es virtuoso, y sigue habiendo libros importados.

–En esos casos, ¿el papel es argentino?

–Sí, el papel obra es argentino, aunque recontraconcentrado. Esa es la gran batalla. Papel ilustración hay poco, viene de Finlandia, de Brasil, de Dinamarca. El papel obra se fabrica acá, pero en una postura muy dominante de las empresas que es la vieja discusión del sector en donde algunos avances se hicieron pero ahora siguen considerando el papel como un commodity cuando en la verdad no lo es.

–¿Cómo resolver este déficit en la balanza interna, queda tiempo como para resolverlo en dos años más de gestión?

–Ahora sí tendría que hablar de la gestión propia. La experiencia que hicimos por los dos Mica nacionales y los seis Premicas fue una explosión de todos los productores de todas las provincias y fue una explosión de contratación. Allí está el caso de Seba Ibarra, un muchacho del noreste, cantante extraordinario, que acaba de firmar con una discográfica japonesa la edición de su disco porque lo contactaron en el Mica. El Estado, lo que tiene que hacer es mostrar, poner enormes vidrieras para que nuestros productores se muestren. Creatividad sobra, nosotros no intentamos enseñarle creatividad a nadie. Lo nuestro es pensar cómo hacemos para que esa creatividad se envase de alguna manera y se distribuya. No tenemos ninguna duda de que no hay posibilidad de una nación lo más autónoma posible sin que sus artistas circulen. Y la verdad que nos fue bien, aunque falta muchísimo. Hay que pelear contra la lógica de machaqueo permanente de los grandes medios discográficos, aunque es un dato interesante que hoy el 50% de la música que se vende en la Argentina sea de autor argentino. En el país, un 70 u 80% de los libros que se editan son de autores argentinos. En el cine nos falta mucho pero cada vez se ve más. Venimos de la nada, de una situación en donde, así como se rompía la silla argentina en los avisos de la dictadura, estaba instalado que el cine argentino era un bodrio, que la literatura argentina era aburrida. Hoy eso se va revirtiendo: la música y el cine son el ejemplo claro en donde cambió de alguna manera la sintonía y en donde nuestros jóvenes cada vez escuchan más nuestra música. En ese sentido es magnífica la presencia del folclore: ir a las peñas en Salta o ir a festivales en cualquier lugar del país muestra que hay otra vitalidad hacia otro tipo de música. Todo eso hace a la cultura, nunca nos hemos cerrado.

–Los gobiernos a venir, más allá de ser de la oposición o de tratarse de los probables precandidatos presidenciales del Frente para la Victoria, ¿garantizan la posibilidad de seguir adelante con este tipo de gestión en industrias culturales? 

–Lo primero a lo que uno tiene que apostar es a lo hecho y a lo que va quedando, llamémoslo como experiencia acumulada, como conciencia, como demanda. Va a ser muy difícil que cualquier otro Ejecutivo pueda ningunear las producciones regionales, o preferir no tener respuestas si le preguntan qué pasa con la producción cinematográfica. Hemos hecho una acumulación de restitución de derecho y de base de posibilidades. Claro que, al igual que en lo sindical, algunos intenten volarlo por el aire. Pero deberán bancársela, deberán enfrentarse con alguien que logró discutir paritarias todos los años, con alguien que tiene un salario que le permite equipar su casa e irse de vacaciones, con un músico que, con toda la deficiencia del mundo, está viendo un Estado que lo tiene en cuenta. Hay ideologías, claro, y hay posturas políticas. No es que todos sean lo mismo. Pero sí digo que hay una presión, que además del pensamiento con el que se llega, hay que bancar después y dar respuesta. Esa es la lógica de la política, el que no la entiende dura poco o se transforma en un dictador.

Arecia
Ejes centrales del proyecto de ley de medios gráficos

-Se reclaman políticas públicas destinadas a fortalecer el sector de la producción de comunicación cultural autogestiva: fomentándolo, protegiéndolo, impulsándolo.
-Se busca una producción de la información fundamentalmente social y más democrática.
Declarar de utilidad colectiva e interés nacional la producción autogestiva de comunicación cultural independiente por medios gráficos.
-Exigir un tratamiento impositivo más justo para con el sector, un sustento económico de parte del Estado destinado a redistribuir los recursos destinados a los medios de comunicación, el acceso prioritario a licitaciones y concursos, y el acercamiento de los mecanismos de difusión y circulación estatales a través de sus instituciones.

Publicado en Miradas al Sur