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Los despidos en la prensa estatal y privada caracterizaron los últimos años, al ritmo que la monopolización de medios sigue avanzando. Desde la Asociación de Revistas Culturales Independientes volvemos a plantear la necesidad de una ley de fomento para medios gráficos y digitales. ¿Cómo se puede pensar el movimiento de comunicación que generan las revistas autogestivas a través de la economía feminista, la antropología decolonial y el movimiento trans? Datos, hipótesis y experiencias que muestran que la autogestión de los medios no solo es posible: es el futuro.

LUCAS PEDULLA – Lavaca MU

El Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA) presentó su relevamiento de la situación laboral en los medios del último año. El gremio grafica la actual coyuntura en nuestro oficio como “el peor momento” desde la vuelta de la democracia.

El relevamiento es irrefutable:
• Desde 2016, y solo en la Ciudad de Buenos Aires, se perdieron al menos 3127 puestos de trabajo registrados. El 31% ocurrió solo en 2018. Otros 288, en este 2019.
• La cifra supera los 4.500 en todo el país.
• Implica una pérdida de casi un 30% de los puestos bajo Convenio Colectivo, lo que aumenta la precarización bajo la figura de “colaboradores” y free lance.
Respecto al salario, los periodistas bajo convenio perdieron un 41,6% del poder adquisitivo en las últimas cuatro paritarias de prensa escrita y oral.
• Las mujeres ocupan tres de cada diez puestos de trabajo.
• Los ataques a la prensa se convirtieron en moneda corriente: desde 2016 hubo 28 detenidos y 58 heridos de bala de goma. La buena noticia: esta semana la justicia desestimó la causa contra los fotógrafos Juan Pablo Barrientos (Revista Cítrica) y Bernardino Ávila (Página/12), golpeados y detenidos mientras cubrían la protesta de los trabajadores de la cooperativa Madygraf.

Pasaron 209 años desde la salida de La Gazeta de Buenos Aires.
El panorama es desolador.
¿Cómo podemos salir de esta crisis?

Medios de vida
El geógrafo británico David Harvey postula que las crisis son “esenciales” para el sistema de reproducción del capitalismo, y apunta que las trasformaciones más “espectaculares” son las que se producen en nuestras subjetividades (los modos de pensamiento y de comprensión, las instituciones y las ideologías, las formas organizativas y las relaciones sociales) mientras paulatinamente nos vamos adaptando a un “nuevo estado de cosas”, ya sea por coerción o consentimiento. Harvey subraya que en las crisis -si bien parten de detonantes muy evidentes- los “cambios tectónicos” tardan años en materializarse. Un ejemplo: cada día desde el 10 de diciembre de 2015, Argentina visualiza los detonantes de una crisis que, más allá de las evidencias concretas que podemos ver en las calles (pérdida de poder adquisitivo, cierre de empresas, 6.600 despidos por mes según CEPA, 48% de niños y niñas pobres según Unicef) y de un eventual cambio de gestión en el Poder Ejecutivo tras las elecciones de octubre, sus transformaciones estructurales continuarán por años, más aun si tenemos en cuenta el hiperendeudamiento con el FMI. Como sostiene Harvey, las formas de salir de las crisis esconden las raíces de las crisis siguientes: a nivel global, el autor explica que el hiperendeudamiento cada vez menos regulado que comenzó en la década del ‘80 tuvo como resultado la caída del Lehman Brothers y las crisis de las subprime en 2008.

Un poco más acá, la economista colombiana Natalia Quiroga Díaz recupera una noción de crisis que no se refiere específicamente a los cracs financieros o las caídas de los sectores especulativos, sino a “la exclusión sistemática de amplios sectores de la población del acceso a los recursos indispensables para satisfacer sus necesidades de reproducción, biológica y social”. Es la crisis de reproducción, que focaliza en los escenarios de vida de mujeres, hombres y niñes que ven amenazada su sobrevivencia a raíz de los cambios en los modelos productivos.

En esa línea, la filósofa italiana Silvia Federici sostiene que el “despliegue de la agenda neoliberal” posibilita que la crisis de reproducción afecte al mundo entero. Las personas son desposeídas de sus bienes más básicos, en un escenario en el que el neoliberalismo se tradujo en procesos masivos de cercamiento de los cuerpos (principalmente de las mujeres), de las tierras y de la memoria. Federici subraya que esos cercamientos están orientados a disciplinar e institucionalizar nuevas formas de explotación, enfocadas a producir una fuerza de trabajo cada vez más dócil, negándole toda forma de subsistencia.
El periodismo no escapa a esa lógica.

Extractivismo mediático
El brutal cercamiento sobre la prensa está graficado a la perfección en el Primer Monitoreo sobre la Propiedad de Medios en Argentina, desarrollado por el diario cooperativo Tiempo Argentino y Reporteros sin Fronteras, con apoyo de la Fundación Ebert Stiftung. El informe releva 22 grupos de comunicación, detalla la composición accionaria de los medios, sus negocios paralelos y quiénes son sus dueños, además de una serie de datos sobre la industria periodística que pueden expresarse en imágenes bien concretas.

  • Solo en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) los cuatro principales grupos televisivos concentran el 56,7% de audiencia. Otro dato monopólico y centralista: “Clarín concentra el 22,6% de las audiencias, pero el 60% de los contenidos de canales locales de grandes urbes son contenidos repetidos que se distribuyen desde Buenos Aires”.
  • Más datos: “La concentración de los diarios impresos es mayor aun que la de la TV: los cuatro grupos económicos a los que pertenecen los periódicos con mayor circulación del país concentran el 74,18% de las ventas. Solo el Grupo Clarín domina el 43% del mercado”.
  • El patriarcado mediático también se expande: el 71% de las trabajadoras dijo que tiene un jefe varón, que el 76% de los integrantes de la mesa directiva de su medio son varones y que apenas el 27% de las notas de radio, televisión y diarios son reportadas por mujeres.
  • Además del desguace de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el gobierno de Cambiemos también profundizó la concentración: “El Grupo Clarín se fusionó con Telecom para generar uno de los tres grupos empresariales más grandes de la economía argentina y el más poderoso de la historia de las comunicaciones locales”.
  • El sistema de medios y producción de contenidos estatal perdió más de la mitad de las audiencias con las que contaba hasta 2015 y fue el sector mediático que más trabajadores despidió.

Volvemos a Harvey: es importante recalcar que lo que conocemos como el “capital” no solo se basa en la producción y circulación de valor, sino también en su destrucción o devaluación para la disposición de un nuevo capital fijo más barato. Las transformaciones estructurales de las crisis -como las privatizaciones de activos públicos, la creación de nuevos mercados y el cercamiento de bienes comunes- ampliaron el terreno sobre el que puede operar el capital. Un ejemplo es el extractivismo que sufre la región desde hace años, con la instalación de corporaciones mineras en territorios para cercar la vida de las poblaciones, a través de la explotación de ríos, montañas y campos, con el crecimiento exponencial del uso de agrotóxicos en los pueblos. Después de cuatro décadas de estrategias neoliberales, son las periferias las que ofrecen nuevas partes del mundo para cercar o privatizar.
¿Cómo podemos quebrar ese cercamiento en nuestro oficio?

Sin moldes
El antropólogo colombiano Arturo Escobar plantea que las “soluciones convencionales” a esta crisis económica, social, ambiental y reproductiva no pueden ser frutos de las categorías del mundo que creó esa crisis.
Esto es: no podemos salir de esta coyuntura desoladora desde las clásicas nociones de desarrollo, mercado, individuo, competencia, crecimiento.
Tampoco podemos salir de esta crisis del periodismo pensando en un patrón.
Patrón no es solo un jefe. Según la octava definición de la Real Academia Española, también significa: “Modelo que sirve de muestra para sacar otra cosa igual”. No podemos salir de esta crisis repitiendo el fracaso de un modo de producción.

Escobar subraya que las transformaciones actuales en América Latina están originando instancias de posibles transiciones hacia nuevos modelos de vida, que ubica bajo un concepto específico: pluriverso, idea que cuestiona la noción de “universalidad”, tan vital para la Modernidad. Sostiene que durante mucho tiempo la teoría social se basó en cuestiones epistemológicas sobre las condiciones de conocimiento o de producir discursos expertos sobre la realidad, pero dejó de lado las “preocupaciones ontológicas”, como las “diversas formas de ser, existir, habitar y construir mundos”. En esa línea, propone la construcción de ontologías relacionales, que son aquellas que evitan las divisiones binarias entre Naturaleza y Cultura, individuo y comunidad, nosotros y ellos, tan centrales en la ontología moderna. El antropólogo puntualiza que el surgimiento de las luchas concebidas bajo esta nueva noción “desorganiza de forma fundamental la base epistémica de la política y la economía modernas”.
Y vuelve a pensar el pluriverso: mientras que la modernidad occidental universalizó su propia noción de mundo, el pluriverso se enfoca en su multiplicidad en movimiento. Para Escobar, este giro es crucial ya que funda una ontología política que empuja a la “necesidad absoluta” de defender los “mundo-territorio relacionales de los estragos de las operaciones extractivas a gran escala”.

Las fábricas recuperadas, las asambleas que en todo el país luchan por la vida y los feminismos que de forma masiva cuestionan en las calles el cercamiento patriarcal y colonial, nos enseñaron que las nuevas formas de organización social abrieron múltiples canales para pensar los medios de producción y de reproducción de la vida bajo nuestras manos.
Esa es nuestra batalla.
Defender que tampoco nos privaticen el deseo de cambiarlo todo.

Nosotres
Por eso, hablemos de autogestión.
No como una doctrina, sino como la línea de fuga hacia la construcción de nuevos procesos de autonomía y emancipación.
El historiador francés Jerome Baschet nos advierte: mientras no exista la posibilidad de una organización no capitalista de la vida colectiva, o que ni siquiera quepa la posibilidad de un imaginario sobre opciones sociales viables, seguiremos resignados a un estado actual de cosas que conlleva a una depresión social.
Porque, además, este tipo de experiencias situadas, que se reconocen en un “aquí y ahora” inserto dentro de una especificidad que choca contra la deslocalización que las políticas neoliberales buscan desaparecer, plantean proyectos de vida que ya no se piensan exclusivamente bajo la encarnación del Estado o de un patrón, sino de la cristalización de un colectivo.

De una nostredad, como nos poetiza la activista trans Marlene Wayar.
De una constelación que ya no se construye necesariamente desde un enfoque antagónico.
Hacemos lo que queremos hacer con quien queremos hacerlo.
No somos islas, nuestros proyectos de vida no están descontextualizados.
Pero tampoco se trata de repetir esquemas, sino de evidenciar que este modelo es inaceptable.
Que nos precariza, nos humilla y nos divide.

Ese reconocimiento es la principal ruptura: abre paso a la desobediencia.
Nos reconoce construyendo lo común, ese núcleo -explica Federici- desde el cual contrarrestar los brutales procesos de privatización y cercamiento sobre nuestros cuerpos, nuestras subjetividades, nuestros deseos y nuestras condiciones de vida.
Y nos reconoce en un mismo campo, que no es académico ni solemne, sino agroecológico y libre de agrotóxicos, con los pies en la calle y en la tierra, entre abrazos y cantos.
“Se va a caer”, gritamos en la calle.
Y se está cayendo.
Está en nuestra nostredad construir otra forma de habitar este periodismo.
Hablemos de autogestión.