Poeta, dramaturgo, abogado, periodista, docente, hincha de Racing y fundador de dos universidades populares, Vicente Zito Lema murió a los 83 años. Mañana lo velarán en la sala Cortázar de la Biblioteca Nacional, de 15 a 21, en Agüero 2502 (CABA). El año pasado había editado Peste y memoria, un libro con ilustraciones de Luis Felipe Noé que dibuja un calendario de los días pandémicos: la locura, lo fraternal, el sufrimiento, el amor. A partir de esta obra como excusa, MU homenajeó al maestro con una inolvidable charla en MU Trinchera Boutique, donde habló de Pichón-Rivière, lo guaraní, la belleza, la pulsión de vida, Cámpora, Trelew, las Madres, IMPA, y el pasaje de lo siniestro a lo maravilloso. La charla fue luego una entrevista que dibuja su perfil, que compartimos a continuación. Por Lucas Pedulla.
1. Escribió una treintena de libros, pero dice que “eso” lo hace cualquiera, y se le dibuja una sonrisa al contar que sus verdaderos logros fueron aprender a usar su cuenta de Facebook, el celular y contestar su propio mail. También que cumplió 82 noviembres y se dio el gusto deseado de jugar a que dirigía una orquesta y tocar en vivo: “Mi instrumento es el mate”, apunta con esa gracia lúdica de alguien que milita la vida.
Quien lo conoce, lo lee y lo escucha con la historia en la memoria, entiende en estas palabras la potencia de una síntesis perfecta que conjuga poesía, arte, peronismo, locura, horror, censura, exilio, peste, y sueños.
Quien no lo conoce, nunca lo leyó ni escuchó, encuentra la excusa perfecta para hallar en Vicente Zito Lema un portal a la creación, la ternura, el humor y la belleza.
“Vaya a saber por qué, no sufro escribiendo”, cuenta, ahora con lúdica seriedad. “Sufrí viviendo, la realidad, pero después aparece ese proceso que bien sintetizaba mi maestro Enrique Pichón-Rivière, que es pasar de lo siniestro a lo maravilloso. De eso se trata. En el caso de la pandemia, de los desaparecidos (como escribí en mi poema), del rencor de esta sociedad (que enfrenté en otro poema, ‘Eva Perón Resucitada’), me meto con lo siniestro, y no porque lo siniestro sea lo único que existe, sino porque también existe. No hay alegría más grande que las pasiones alegres, pero las pasiones tristes también están: la pulsión de vida, tan fantástica, convive a la par con la pulsión de muerte”.
Pichón-Rivière le repetía: el pasaje es de lo siniestro a lo maravilloso. Y le decía: “Vicente, vos tenés un oficio. Usalo”.
Y aquí está Vicente, con su oficio en el rostro, en el cuerpo, en el pelo blanquísimo, en su poética.
2. La fría información dice:
Que nació en Buenos Aires en 1939.
Que es abogado, poeta, dramaturgo, periodista, filósofo, docente, pero sobre todo hincha de Racing y fundador de horizontes. Es discípulo de Enrique Pichón-Rivière, creador de la psicología social e impulsor del psicoanálisis en América Latina, con quien armó la primera cátedra de estudio de los mecanismos de creación artística en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue cuerpo y corazón de revistas culturales, como la poética Cero, la literaria Talismán, Liberación y la mítica Crisis. También integró el grupo literario Barrilete, junto a Roberto Santoro, Miguel Ángel Bustos y otros poetas.
Que en 1977, durante la noche más oscura, tuvo que exiliarse en Holanda. Desde allí integró junto a Julio Cortázar y David Viñas, la Comisión Argentina por los Derechos Humanos (CADHU). A finales de la década escribe Mater, una de las primeras obras de teatro sobre las Madres de Plaza de Mayo y su lucha. En 1983 se radica nuevamente en Buenos Aires, y unos años después funda la revista Fin de Siglo.
La fría información indica que en el año 2000 funda la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo y fue su rector hasta 2003. Siete años después se embarca en otra experiencia inédita: la Universidad de lxs Trabajadorxs, en la fábrica recuperada IMPA.
Que publicó una treintena de libros, entre teatro, poesía y psiconálisis, como Lengua sucia, La pasión del piquetero, Los manifiestos de la locura, Belleza en la Barricada, Gurka, y Conversaciones con Enrique Pichón Rivière. El último, con ilustraciones de otra leyenda como Luis Felipe Noé, tiene un título urgente: Peste y memoria. Allí, entre el caos, entre escritos que también confeccionan un calendario de los días pandémicos, entre fiestas y duelos, entre textos dedicados a las Madres, a las Abuelas, a Rodolfo Walsh, a lxs 30 mil, a Agustín Tosco, Paco Urondo, Haroldo Conti, a Santiago Maldonado y a Evita, allí, Vicente Zito Lema también configura un camino y una búsqueda que escapa a cualquier fría información: la de un detective de la belleza.
En esa pesquisa poética deja algunas preguntas fundamentales:
1. ¿Con qué piedras se construye
la morada de los iguales…?
2. ¿Con qué manos
se defiende la belleza…?
3. ¿Con qué espíritu se construye
un “orden de diferencia fraternal”…?
4. ¿Cómo se incorpora
a la materialidad de la historia
la materialidad de los sueños…?
Pregunta final:
¿Qué hiciste con el amor
mientras el otro sufría…?.
3. Al principio, las reminiscencias fueron el clásico de Albert Camus, La Peste, y el recuerdo de la fiebre amarilla en el olvidado sur porteño: “Los gobiernos, entre comillas liberales, se escaparon todos, junto con las familias ricas y poderosas. Los médicos, como el doctor Argerich, tuvieron que hacerse cargo. Eso también me da una idea de cómo el poder se escapa y cómo, quienes no somos el poder, tenemos un compromiso concreto con la vida, nos quedamos, haciendo lo que se puede”.
En su caso, en plena pandemia, fue dar las mejores clases que podía. Y, claro, escribir: “Como enseña Spinoza, el bien es poner toda tu potencia en el acto concreto que hacés”.
“Surgió una pregunta: ¿cómo se piensa la vida en épocas de la muerte? ¿Cómo se vive lo que hemos vivido como dolor pero también como gloria de nuestra historia en tiempos en que la muerte golpea la espalda? El libro es un calendario, empieza en marzo, y para nosotros marzo es el 24. Agosto, para mi generación, son los fusilamientos en Trelew. En octubre, obviamente, iba a estar la historia grande nuestro país. Y entre ellos, los poemas que escribí sobre la peste en cada mes. De golpe, puede ser algo que ya he escrito, pero con alguna nota al pie donde trato de justificar por qué ese poema ahora: aunque no cambie una línea, es otro Vicente el que escribe eso”.
Uno de sus poemas más conocidos es “Desaparecidos”, incluido en el libro, con una nota al pie: “Los que sobrevivimos a esa época tuvimos que construir otra historia. Ni mejor ni peor, otra. Habíamos muerto y de pronto estábamos vivos. En la tierra del exilio, con tragedia. O en la tragedia, otro exilio. Y aquí nuestra memoria. Y aquí otra vez, esperando que amanezca para ver si seguimos vivos. Salvarnos es saber de pestes”.
4. Ese pasaje de lo siniestro a lo maravilloso tiene un método.
“Soy un hombre muy torpe. Entonces estoy durmiendo, y no sé si es Platón o qué cristo, me manda, desde el Hades, una idea, una palabra. La llamo la hora de los lobos, alrededor de las 5, donde ocurren por general los nacimientos y las muertes. Qué hago: quiero seguir durmiendo y no puedo. Sería útil tener un lápiz y papel, pero tengo que hacer toda una ceremonia: me levanto, no prendo la luz ni nada, choco contra todos los muebles, bajo una escalera que me es dificultosa, entro en la cocina, me siento en un rincón que me gusta donde hay unas plantas que dejó mi madre, y ahí entonces, prendiendo una pequeña luz, escribo. El hecho es que a la mañana, porque luego vuelvo sereno a dormir, me levanto, quiero ver qué escribí y ahí viene la primera angustia: no entiendo un carajo. Con los años he ido asentando lo desprolijo de mi letra, y para bien o para mal, lo que he escrito a lo largo de mi vida es la traducción de lo que escribí cuando no tengo puta idea de lo que estoy escribiendo”.
El asalto de la idea no es casual. “La pregunta es qué hiciste con tu vida durante el día, porque creo que los sueños están ligados a la materialidad concreta de los actos”.
Ese más allá también recibe los estímulos de algo que Zito Lema llama la Antropología Teatral Poética. “Grabo mucho, horas y horas, de lo que hago: visitas en cárceles, hospitales psiquiátricos. Escribí una obra que se llama Locas por Gardel: durante siete u ocho años registré las historias que me contaron mujeres internadas en distintos hospicios. Ahora va a salir uno, editado por Topía, sobre historias de mujeres que tienen en común que pasaron por el manicomio, que estuvieron o están en la cárcel, y casi todas ejercieron la prostitución. Así trabajo yo”.
Escuchar, escribir, hacer.
5. Mucho aprendió de su maestro Pichón-Rivière: “Mirá que conocí gente culta: tuve el privilegio de tener amistad con Cortázar, Viñas, Walsh, Mario Benedetti; con Juan Gelman y Eduardo Galeano, que hacíamos Crisis. Pero no había libro que Enrique no hubiera leído. Hijo de franceses, su madre le enseñó el francés como lengua materna, pero acá aprendió antes el guaraní que el castellano, y me enseñó que lo guaraní lo había formado más que la cultura francesa originariamente y, luego, la castellana”.
Ambos trabajaron, junto al equipo formado, en el estudio de los mecanismos de creación artística en la UBA. “Era un grupo loco. La tarea era algo que básicamente no existió en nuestro país ni en América Latina. No había bibliografía, estaba la que viene del psicoanálisis, pero nada específico sobre los mecanismos de la creación, y trabajábamos muy en serio porque nos era muy importante poder saber. Llamábamos a artistas, por ejemplo Ricardo Carpani, León Ferrari, escritores, pintores, músicos, del teatro, que contaban cómo era su proceso creador. Esto que venía contando: me levanto a la mañana, me choco, no sufro, estoy feliz. Es importante porque hay mitos, y Pichón estaba convencido de que el arte da alegría: no lo veía como una fuente de tristeza. Enrique decía que si estás desesperado es porque la desesperación viene de antes: cuando creás es para superar esa desesperación. Y si no lo podés convertir en algo maravilloso, es porque tenés que seguir probando, hasta lograr, como decía Spinoza, tu potencia de ser. Es como cuando alguien hace un asado, logra cocinarlo bien y la gente lo aplaude. Si no sos feliz, dedicate a otra cosa: ¿por qué querés ser artista si te da sufrimiento? Si querés que te dé sufrimiento, hacete hincha de Racing: ese es un aprendizaje real”.
6. Abre paréntesis.
Cuenta algo que le hace latir el corazón: lo invitaron para leer su poema “Desaparecidos” en la cancha de Racing. “Hace unos años, a partir de Racing pero también de otros equipos como San Lorenzo e Independiente, los derechos humanos fueron tomados en un ámbito tan potente como el fútbol. Racing va a entregar un carnet eterno a los hinchas y socios desaparecidos, y me invitaron en ese marco. Para mí es maravilloso, sé que suena loco, Racing y desaparecidos, pero siento que es un espacio fantástico de lucha porque nuestro pueblo ama el fútbol. No podés, como decía Pichón, estar por fuera de la vida cotidiana. Para mí esto es mejor que cualquier premio Nobel”.
Cierra paréntesis.
7. El arte, retoma Zito Lema, es para él la alegría de la vida.
“Se me podrá preguntar si siempre fue así. Cuando pasó el fusilamiento de Trelew (22 de agosto de 1972, 16 militantes asesinadxs en la Base Naval Almirante Zar), los compañeros y familiares del ERP, FAR, y Montoneros piden que ayudemos a tener un lugar para hacer un velatorio. Estábamos con Rodolfo Ortega Peña, con Eduardo Luis Duhalde, y se decide que tiene que ser un lugar donde haya cierta contención, para que los militares no entren y nos maten de entrada. Fuimos a hablar con Héctor Cámpora a la sede del PJ. Ortega propone, por si se pudre todo, ‘que vaya Vicente que arregla todo leyendo un poema’. La cosa venía mal, jodida, porque hubo una votación del Consejo y por mayoría dijeron que no. Pero Cámpora me dice: ‘Quédese tranquilo, Vicente, hice un llamado a quien tenía que llamar y estoy autorizado, aunque la decisión del Partido sea negativa’. No me dijo a quién, ni puedo asegurarlo, pero podíamos imaginarlo: quién puede en el peronismo decir algo que el Consejo rechazó más que el propio Perón”.
El velatorio se hace, el Ejército de la dictadura de Alejandro Lanusse reprime, al otro día es el entierro. “Me piden que diga algo. Escribo el comienzo de un poema que se llama ‘Oración, leída en la tumba de María Angélica Sabelli’. La policía y el Ejército habían tomado como objetivo que eso era un desafío e hicimos el entierro entre motos que se cruzaban, los tanques, todo era un caos: el objetivo era estropear el entierro”. Le dieron pie a que lea, en medio de la amenaza de represión: “Era una cuestión mágica: ‘Ellos quieren golpear y nosotros vamos a cuidarte para que leas el poema’. Y pude leer un poco, sintiendo que era un acto de alegría, aunque pueda parecer loco: en ese instante le pudimos ganar a la muerte. Y estábamos felices: nos cagaron a palos, pero hicimos el entierro y el poema se leyó. No importa quién escribió: es el hecho”.
Cuarenta años después, la justicia condenó a prisión perpetua a Emilio Del Real, Luis Sosa y Carlos Marandino como autores de los fusilamientos. “Me invitan a ir y, en el momento del juicio, pude leer de vuelta ese poema, pero tranquilo, y completo. Uno gana pequeñas partidas desde el arte. Y no estaba triste, estaba feliz. Y lo podés convertir en arte cuando alguien lo recibe. Si Shakespeare escribe el soneto más maravilloso pero lo deja en un cajón, eso no es arte. Arte es cuando alguien lo escucha, antes es algo que está escrito. Y esa es la alegría que provoca, el pasaje de lo siniestro a lo maravilloso. Los milicos nos cagaron a palos, pero nosotros leímos el poema”.
8. Zito Lema también pudo incorporar a la materialidad de la historia otros dos sueños: la fundación de la Universidad Madres de Plaza de Mayo y la Universidad de lxs Trabajadorxs, en la recuperada IMPA. “En el exilio, para no morirse, uno se aferra a sueños. También surgen de la experiencia: me recibí en la UBA, trabajé ahí, vi cómo en un momento histórico se convertía en una universidad pública de verdad. Desde lo filosófico-conceptual, hay una diferencia entre universidad pública y universidad del Estado. Porque lo estatal tiene una legalidad del Estado y puede ser modificada cuando otro gobierno toma esa educación. Vos podés tener una universidad estatal, entre comillas pública, donde se enseñe para el mal. La Facultad de Economía, con perdón de los economistas, tiene una idea perversa de lo que es la economía para la mayor parte de la humanidad. Ahí no se está haciendo una enseñanza pública”.
El regreso del exilio se conjugó con la lenta pero sostenida construcción de la memoria, las batallas contra el punto final, la lucha por reconocer el horror, a sus desaparecidos, los noventa, el neoliberalismo. “No había reconocimiento, como si no hubiera pasado nada. Entonces hablo con las Madres, les planteo el sueño y dijeron que sí”.
Lo dice como si fuera fácil: “Ojo, ¿quiénes eran mis amigos? El programa de Periodismo lo hicimos con Horacio González; el de Filosofía, con León Rozitchner; el de Derechos Humanos e Historia, con Osvaldo Bayer. Vos tenés que lograr el ámbito, el sueño, donde la gente aporte: cuando eso se da, la gente es fantástica. Después, yo también ayudaba, en la medida de mis fuerzas, en IMPA. Y la parte cultural era importante para frenar los desalojos. La cultura reviste una cosa todavía firme: una cosa es romper el alma a trabajadores, y otra cosa es que en ese espacio haya teatro, música, cultura. Entonces me dijeron: ‘Vos que sabés hacer universidades, hacé una acá’”.
Y las hizo a las dos. “Cuando hay un sueño, un proyecto, una magia, una mística, se producen los hechos revolucionarios, humanísticos, donde se juntan, como diría Platón, el bien y la belleza”.
Un posible instructivo: “Si sos apasionado, y la causa es noble, vas a conseguir muchísimo apoyo para hacer cosas. Vos podés tenés 14 músicos de orquesta, una actriz leyendo tus poemas, y yo tocando un mate roto y dirigiendo con papeles una orquesta. La magia existe”.
82 La escena ocurrió en el festejo de su cumpleaños 82, en el centro cultural Hasta Trilce, donde presentó, con El violinista del amor & Orquesta Volátil, su disco de catorce poemas musicalizados, disponible en Spotify.
“La vida es mucho más que uno. Siempre digo que la pregunta final es qué hay entre mí y tú: no hay un yo sin mí, ni un mí sin tú. No es un juego de palabras: es el otro que te mira y entonces sos. Cuando suceden hechos de crueldad, algunos mienten y creen que nacemos desde el mal. No. Pero quien no conoció el amor, no puede amar. El mal es un concepto cultural que se produce. Creo en la cultura guaraní: la tierra sin mal es la tierra de los guaraníes. Son más sabios que nosotros: nosotros producimos el mal”.
La vida, apunta, es un combate eterno entre la luz y las tinieblas. Por eso piensa que el rebrote de discursos fascistas y negacionistas son síntomas de que la vida, a través de todo, y no a pesar, continúa. “La pulsión de vida y la pulsión de muerte necesitan estar. El arte no nace, como creían Freud y también mi maestro, de un combate donde gana la pulsión de vida: el arte nace del enfrentamiento, es el enfrentamiento en donde da la vida. La lectura de esta gente que niega que existió la tragedia, muestra que la cuestión está viva. Está bien que lastime, así va a estar más ardiente tu pasión de vida. El odio existe, el rencor, la avaricia, el egoísmo, el acaparar la riqueza mientras el otro se muere de hambre. El verdugo habla y en boca de esta gente que puede parecer que no expresan nada, pero sí expresan algo presente: el rencor como motor de la vida”.
De dónde sacar las fortalezas: “Ante tanto odio, más amor”.